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viernes, 26 de diciembre de 2014

NARRILLOS DEL ÁLAMO: UN CURA, SEIS MIL PESETAS Y EL SANTO QUE VIAJÓ A LONDRES



  De todo un poco, podríamos titular el asunto, lo contó la prensa, hace algo más de cien años, diciendo, textual:
   “LLámase Pedro, como el primer jefe de la iglesia católica y allá, en Narrillos del Álamo, obispado de Avila, ejercía la cura de almas. Recientemente había sido trasladado a Bonilla de la Sierra.
   En la iglesia de Narrillos existía una imagen cuyo mérito artístico había sido apreciado por esos andariegos anticuarios que persiguen con rara tenacidad las manifestaciones del arte de las edades que pasaron.
   Comprendió el cura que del santo con tanto empeño examinado, podía sacar dinero y se decidió a venderlo si la oferta le llenaba el ojo.
   Llegó al pueblo un anticuario madrileño y después de mucho tira y afloja en el ajuste quedó cerrado el trato, hubo su correspondiente alboroque en la rectoral y el anticuario, mediante seis mil pesetas, que en moneda de ley soltó al párroco, cargó con el santo, y a Madrid que fue a parar.
   Más de las seis mil pesetas hubiera sacado el cura vendedor; pero el comprador reparó en que el santo estaba manco, y esta inutilidad la utilizó para afinar el regateo, no pasando de las seis mil pesetas.
   Al poco tiempo enteróse el vecindario de la jugada, y como la imagen estaba tenida en gran predicamento porque milagreaba extraordinariamente, dieron cuenta al obispo y al apercibirse el cura de que el escándalo trascendía, recordando que en las bóvedas de la iglesia había otro santo que podría confundirse con el vendido, de acuerdo con el sacristán lo limpiaron de las impurezas que tenía adheridas y lo colocaron en el retablo, alegando que había desaparecido accidentalmente para convertir a pecadores de extramuros.



   Pero no faltó un feligrés que hizo notar que muy bien podía haber ido el santo a entenderse con algún inteligente y hábil ortopédico para que le colocase el brazo de que carecía pues el cura había olvidado la manquedad de que adolecía el sustituto.
   Al día siguiente desapareció también el sustituto y la explicación que se le ocurrió al sacerdote fue la de decir que lo remitió a un escultor de Madrid para que le arreglasen la imperfección del brazo, dándose maña el cura para que le facilitasen un recibo expresivo de que tenían un santo con un brazo roto para arreglarlo.
   Pasó el tiempo, y escamado el vecindario de que se había echado tierra al asunto porque ni el santo auténtico ni el de la falsilla ni las seis mil pesetas aparecieron fueron al juzgado de Piedrahita con la historia…
   Como los vecinos sabían el nombre y domicilio del anticuario comprador fue citado este por exhorto y declaró que en efecto era cierto el hecho y que el cura le había rogado deshacer la venta devolviéndole las seis mil pesetas e indemnizándole los perjuicios a cambio de la imagen vendida y que no había podido complacerle porque a los pocos días de comprar la imagen la había vendido a un inglés en veinte mil francos.
   El Juez dictó auto de procesamiento contra el cura, acordando su encarcelamiento, y en la cárcel de Piedrahita está el pater entreteniéndose, suponemos, en filosóficas consideraciones….
   El santo vendido estará en Londres, pasando la pena negra por verse alejado de la solicitud cariñosa de sus devotos y no muy agradecido del cura vendedor por no haber establecido siquiera como cláusula del contrato de venta la prohibición de que no fuera a parar a manos protestantes”.
   Cosas de la historia de Narrillos del Álamo. Por cierto, el suceso tuvo lugar en el año 1904.
   Tomás Gismera Velasco